Finalmente se llegó la fecha; en este preciso instante la sociedad estadounidense se está dando a la tarea de ejercer su voto para determinar de una vez por todas si tienen continuidad los demócratas en el poder con Kamala Harris al frente, o si recuperan el poder los republicanos dándole su segundo mandato a Donald Trump.

Para el fin de semana pasado el voto anticipado sumaba ya 73 millones de votos emitidos en sus formatos por correo o en persona, mostrándonos un nivel alto de participación previo al día de hoy 5 de noviembre cuando finalmente inicie el conteo por la noche.

Y aunque al parecer dichas cifras pintan para algo inédito, no es de extrañarnos este comportamiento ya que todo lo que ha sucedido en este 2024 en Estados Unidos ha sido por mucho como una montaña rusa en donde la clase política y los acontecimientos geopolíticos han montado a su sociedad entera, dándonos como regalo de fin de año, tal vez las elecciones más reñidas y polarizadas de los últimos tiempos.

Al estar parado en medio de este humo de incertidumbre como observador solo puedo percibir que la clase política de Estados Unidos necesita urgentemente una sacudida de autocrítica. Su soberbia y anhelo de poder, nos ha brindado una de las temporadas de campaña más lamentables que haya vivido el pueblo estadounidense y que a mi parecer no se merece.

La proliferación de afirmaciones falsas hace de la mentira una norma en la propagación de ideas e información a través de las redes sociales o medios de comunicación convencionales. Ésta se ha convertido en una herramienta efectiva para un sector del espectro político norteamericano el cual distorsionando realidades, inventando acontecimientos, repitiendo los mismos de manera incansable en favor o en contra de un candidato, o dirigiendo dicha invención a temas de campaña de manera desmedida y exagerada hacen que  la tarea de desmentirlas con argumentos reales y válidos sea en vano debido a la polarización que generan ya que están completamente dirigidos a apelar a los sentimientos de los receptores y no a su raciocinio.

El comportamiento obstinado de la gerontocracia estadounidense aferrada en posiciones de suma importancia dentro de los tres poderes de la nación, arrebatan a las nuevas generaciones de políticos la oportunidad de ofrecer al electorado opciones e ideas mas frescas que vengan a brindar un nuevo ímpetu y esperanza al pueblo estadounidense. Tan solo por compartir unos datos, la edad promedio de un senador estadounidense para el 2021 era de 64 años, situación nunca antes vista en los Estados Unidos. La edad del líder de la cámara de Senadores, Chuck Shumer, es de 73 años. La presidenta de la cámara de representantes, Nancy Pelosi, cuenta con 84 años edad. Y el presidente de la nación, Joe Biden, de 81 años con su fallida campaña por la reelección. Definitivamente la vida política está pidiendo a gritos un cambio generacional en un país donde los Milenials junto con la generación Z representan el porcentaje mayoritario de la población.

Y aquí estamos en este pantano de circunstancias que han dirigido el rumbo en este período de campañas. El día llegó y las elecciones se están llevando a cabo. La sociedad definitivamente está siendo participativa como nunca antes en un ámbito polarizado. Lo único que nos resta por desear es que el resultado de esta noche sea claro y que no nos quepa duda quién fue el ganador. Como mencioné anteriormente, la sociedad estadounidense no se merece una crisis política.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *