No votar es el terreno del vacío y querer llenar ese vacío con el significado que el PRIAN le quiere asignar es deshonesto.

1. En una democracia no hay diferencia entre abstención y apatía. Los desinteresados de la política y para quienes no existen las motivaciones morales para salir a votar se quedarán en sus casas, como siempre ocurre, y no pasa nada. Este vacío de la abstención es porque en una democracia se crean mayorías y mandatos sobre la base de votos, no de ausentes. A última hora, la oposición de los medios, sus dos partidos sobrevivientes y sus despachos de litigio “estratégico”, están llamando a no votar este domingo en la primera elección del Poder Judicial porque creen poder usar el porcentaje de abstención como una victoria propia. Pero no existe el Partido de la Abstención. No ir a votar no es una postura política. Es algo indefinido entre para quienes las casillas quedan muy lejos, quienes están viajando en un avión o fuera del país, o quienes prefieren ver un maratón de Netflix y que la política nos les dice nada. Tampoco les dice nada malo sobre ellos mismos como ciudadanos o como parte de un país. Hacer pasar esta diversidad de los ausentes como una postura de oposición es una farsa más de la derecha y sus intelectuales que creyeron que no leer ni votar las iniciativas de ley de AMLO era no sólo una postura política sino hasta una estrategia parlamentaria. El resultado de que el bloque hegemónico de la izquierda se quedara con las dos terceras partes del Congreso fue el castigo que recibieron del pueblo.

El argumento de no voy a ir a votar porque no me va a gustar el resultado es una actitud autoritaria. Nosotros, durante décadas, fuimos a votar a pesar de que sabíamos que el PRI y, luego el PAN hacían fraudes. Fuimos a votar a pesar de que los medios estaban volcados apoyando a un solo candidato y nosotros no existíamos más que para que se burlaran. Nunca dejamos de ir a las urnas porque los resultados no nos iban a favorecer. Los hacíamos porque estábamos interesados en la política y porque había una exigencia moral de dar nuestra opinión, aunque fuera aplastada. Fuimos a votar desde 1988 a la fecha. Asistimos a todas las consultas que se convocaban aunque la autoridad no reconociera los resultados. Votamos para que el DF pudiera votar a sus autoridades. Votamos para que se llevaran los Acuerdos de San Andrés a la Constitución. Votamos para que se despenalizara la interrupción de un embarazo. Votamos contra las reformas de Calderón en materia energética. Fuimos a la consulta contra la privatización de Pemex que hizo Peña Nieto a golpes de maletas de dinero en el Senado. Fuimos y casi siempre perdimos. Pero ganar nunca fue el punto. Hay un deseo democrático en cada elección. A cada elección nos fuimos conformando en una oposición consistente y pacífica, que argumentaba, que aceptaba las reglas injustas de la partidocracia, a cuyos opositores fuimos sumando, uno por uno. Nos movilizamos cada vez que hubo fraudes y nuestras críticas a sus modalidades —el carrusel, la urna embarazada, el voto de los muertos, el ratón loco, la operación tamal— le dieron forma a la democracia mexicana de hoy. No es producto de unos bienintencionados presidentes o de unos abogados del IFE, sino de la voluntad indoblegable de la izquierda popular por la ruta democrática. Eso le falta a quienes están llamando a no votar. Creen que participar en política es reunirse a comer y a beber en un restorán con políticos que sacan la chequera. Creen que hacer política es seleccionar al primero que pase con unas gelatinas e inflarlo como si fuera una mercancía. Creen que hacer política es siempre ganar y que los demás se aguanten en silencio.

Votar conforma mayoría y minorías. No votar es el terreno del vacío y querer llenar ese vacío con el significado que el PRIAN le quiere asignar es deshonesto. Usar un porcentaje de ausentes diciendo que, en realidad, son opositores a la reforma constitucional del Poder Judicial es inmoral porque toma a los apáticos por defensores de la democracia y la república. Y es que ese es el discurso. No hacer nada, es decir, no salir a votar es, según la derecha, protestar. No lo es. Se los decimos quienes hemos protestado. Un consejo: en una democracia hay que juntar ambas cosas: votar por representantes y salir a la calle a apoyarlos. Pero desperdiciaron esa oportunidad cuando la Marea Rosa llenó el Zócalo sobre la base de una mentira: que el Instituto Electoral iba a desaparecer y que ni a credencial de elector íbamos a llegar. Esa gente de rosita se fue muy decepcionada porque se movilizó por una falacia.

No hay boicot en no ir a votar. La derecha tuvo todas las oportunidades en la elección de 2024 para convencer de que el Plan C no era el adecuado y decir sus razones por las que una elección popular que le va a cambiar el origen a uno de los poderes de la república, del dedazo del Presidente a las urnas, no era necesario. En vez de eso, la oposición no propuso nada. En vez de eso se enfrascaron en la cantaleta en redes sociales y aun en la penosa presencia de su candidata en los debates para sostener que existía un narco-gobierno, una narco-candidata, y un narco universo. En vez de eso se dedicaron a sostener que su candidata era un ejemplo de superación personal, emprendedurismo, y quisieron borrar sus conflictos de interés en sus distintos encargos públicos, aun aquel de que siguió cobrando como <senadora cuando ya era candidata. Fue su decisión táctica. Y se equivocaron.

No hay boicot en no ir a votar. Es como el clásico dilema del tren que va sin frenos por una vía directo a matar a cinco personas. Tienes la oportunidad de desviarlo con una palanca para que sólo mate a una. El dilema es salvar a pesar de una vida. ¿Cuál es la decisión del abstinente? No hacer nada. Irse, cerrar los ojos y echarse a correr. Se morirán cinco personas sin que él o ella haya intervenido. Esa decisión es no ir a votar. ¿Cambió en algo la ruta del tren? En absolutamente nada. En una elección histórica como la que atestiguaremos el domingo entrante, ¿cambiarán los candidatos, el método, o la selección si no vas a votar? En nada. No importa. Es como subir un tuit o una historia en instagram. Te sentirás quizás aliviado contigo mismo pero no cambia en nada porque no está dentro del método democrático que decide y conforma mayorías y minorías en el universo de los que sí fueron a votar.

Y es que el equívoco de la derecha abstinente es pensar que, si el voto es individual, también lo es el mandato. Es decir, que, si el resultado no cumple con mi expectativa, peor para el resultado. Eso es despolitización en su más puro estilo. Los nuevos ministros, magistrados y jueces tendrán un nuevo mandato de una mayoría conformada con los votos de millones, no del tuyo solamente. Por eso votar es siempre una forma de la imaginación. Uno lo hace pensando en gente que nunca conocerá que pertenece a un país que es una ficción esperanzada. Eso es lo que no entienden los fachos abstinentes. Y tratan por todos los medios de disfrazar su ignorancia recubriéndola en una falacia: que los candidatos son todos de un partido político, de Morena. Usar la desconfianza despolitizadora hacia los partidos les ha resultado a ellos mismos, miembros del PRIAN, en pérdida de apoyo popular. Para decirlo recurren a otra falacia aun mayor: que circulan listas de candidatos progresistas. Pues sí, circulan porque nadie se va a aprender de memoria los números que hay que llenar en cada boleta. Pero si uno ve las listas, coinciden en algunos nombres pero no en todos. ¿Qué clase de manipulación es esa que no coincide en su orden y control? Ninguna. Es una falacia.

2. En agosto de 2023 la consejera del INE, Claudia Zavala, decidió acusar al Presidente López Obrador de “violencia política de género” en contra de la candidata del PRIAN, Xóchitl Gálvez. Para ello, manipuló los dichos del Presidente de tal manera que se ajustaran a una definición de violencia de género. En la mañanera del 10 de junio López Obrador dijo: “y los medios ya eligieron a la señora Xóchitl, eso ya está resuelto, esa fue una consulta que hicieron en lo oscurito a los de arriba, el gerente del bloque conservador, Claudio X. González, y ya impusieron a la señora Xóchitl”. Pero Manuel Alberto trabajando para la Comisión de Quejas de Claudia Zavala, alteró la frase para que dijera: “Fue elegida por un grupo hombres que la han impuesto”. Era para que se pudiera comprobar que Andrés Manuel había hablado con violencia de género. Aunque había hablado de un bloque conservador, le cambiaron la frase por un grupo de hombres. Luego, ya encarrerado el ratón, Manuel Alberto escuchó en la conferencia del Presidente del 11 de junio que el Presidente López Obrador había dicho de la misma senadora Gálvez: “Es un pelele, un títere, una empleada de la oligarquía a la que únicamente van a utilizar para seguir saqueando y robando”. Pero el Presidente, en realidad, dijo: “la señora Xóchitl Gálvez pues es Fox, es Salinas, es Claudio X. González, es Roberto Hernández. Entonces entran así, los imponen y entran atados de pies y manos. Son peleles, son títeres, empleados de la oligarquía». La diferencia entre lo que el Presidente dijo y lo que la Comisión de Quejas reportó para favorecer a Xóchitl Gálvez es justo entre una valoración política del bloque opositor y la misoginia contra su candidata. Pero les valió, presentaron así el dictamen “técnico”, y acusaron al Presidente de la República. Ese fue el origen fraudulento de que Andrés Manuel no pudiera pronunciar el nombre de Xóchitl Gálvez en las mañaneras subsiguientes. Eso, en vez de beneficiarla, la perjudicó porque cayó redonda en su propios talentos que no eran abundantes. Luego, esa misma comisión de quejas del INE decidió no hacer nada cuando la propia Gálvez, en la deseperación de hacer creer a los electores que no iba a suspender los programas sociales, usó sin permiso el logotipo y el color del INE para simular unos espectaculares a su favor. La comisión no hizo nada al respecto porque no había seguridad de que la señora candidata siguiera haciéndolo en el futuro. Así fue su resolución.

En días pasados, esa misma comisión que bajaba hasta siete Mañaneras de López Obrador por dictamen, le ordenó a Google bajar un comentario del Periodista Álvaro Delgado y uno mío por decir que una de las candidatas a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Zulema Mosri, pertenecía a un bloque priista de Sonora, ligado a Manlio Fabio Beltrones, y que era esposa del general Rafael Macedo de la Concha, Procurador de Vicente Fox que llevó hasta el límite de su propia renuncia el desafuero contra Andrés Manuel López Obrador en 2005. La comisión usó el mismo esquema que con el Presidente López Obrador en ese ya lejano 2023: decir que una biografía política de alguien es invisibilizar a la mujer detrás de ella. Lo que quisieron fue invisibilizar al General Macedo de la Concha y de paso proteger a una de sus candidatas. Mientras, las mujeres que sufren la denegación de sus derechos políticos y electorales por el sólo hecho de ser mujeres, no gozan de ese tipo de protecciones que son sólo para privilegiados. La propia forma —sin derecho de audiencia— en que se hizo la censura de los videos que hablaban de la candidata a Ministra dio cuenta de la desproporción entre sus palancas dentro del bloque conservador y su dicho de que ella sólo es una mujer independiente. Resultó contraproducente. Ahora todo mundo sabe la verdad. Pero el uso de la violencia política de género para censurar información verificada sobre vínculos de una candidata con un miembro de la élite político-militar del país no le hace bien ni a las mujeres ni al conocimiento cierto de las candidaturas que concurren a una elección libre.

3. Lo que la derecha ha dicho en esta jornada es que las sociedades no deberían desear cambios porque éstos conducen a la tiranía, la anarquía, la disolución de la armonía que sólo ellos vivieron en los años del PRIAN. Lo resumió ya al final, el exministro Diego Valadés, quien sigue cobrando la pensión millonaria que le cedió Zedillo para jubilarse de la Suprema Corte al medio año de haber sido nombrado. Esto dijo: “El país se aproxima a la anarquía más que a una tiranía”. Dijo también: “Los jueces estarán impreparados para el cargo expuestos a presiones del crimen organizado”. Dijo además: “La elección será un fracaso por la participación y será un hecho fraudulento”. Así, sin más, lo mejor para el exministro es dejar al sistema judicial como estaba, liberando narcotraficantes, huachicoleros, políticos y empresarios corruptos, desbaratando investigaciones como la de Ayotzinapa. No hay que desear ni movilizarnos por un deseo de que las cosas mejoren. Nada en el futuro será mejor. Todo lo que emprendamos será un fracaso. No habrá más que anarquía y tiranía al mismo tiempo. Y, en la elección, habrá un fracaso y, además, será fraudulento. Pues, bien, doctor Valadés. Somos 72 por ciento de los mexicanos los que pensamos justo lo contrario.

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