Por Jonathan Chalico
Jorge González Camarena fue un pintor, escultor y muralista mexicano. En 1918, se trasladó a la Ciudad de México, donde ingresó a la Escuela Nacional de Artes Plásticas de San Carlos, en 1922. Al finalizar sus estudios, tuvo sus primeras incursiones en el mundo artístico, por medio de la publicidad.
La familia González Camarena se mudó a la Ciudad de México en 1919. Ahí, el pintor Francisco Zenteno–maestro del pequeño Jorge–descubrió sus habilidades artísticas, por lo que le aconsejó inscribirse en la prestigiosa Academia de San Carlos. Tras ingresar a esta escuela de Bellas Artes en 1922, González Camarena se convirtió rápidamente en asistente de Gerardo Murillo, el Dr. Atl, e incluso coloreaba con acuarela las ediciones de su famoso libro Las Iglesias de México (1924-27). Su paso por la Academia no estuvo libre de controversias, ya que formó parte del movimiento estudiantil que buscaba convertir a Diego Rivera en director de plantel para instaurar un plan de estudios más cercano a las corrientes artísticas contemporáneas.
Para 1932, González Camarena ya realizaba algunas investigaciones sobre arte prehispánico y popular, por lo que fue comisionado para restaurar los frescos del siglo XVI del convento de Huejotzingo, Puebla. Este fue uno de los grandes proyectos de su vida; durante sus dos años en la zona –y con las ganancias del proyecto–estudió a profundidad la obra de Marcos Cipactli, el último pintor mexica, a quien se le atribuye la creación del lienzo original de la Virgen de Guadalupe.
Las pinturas de González Camarena gozan de una estética única de influencia cubista que se apropia de la geometría y el color para contar historias desde un enfoque singular. Además, su profundo compromiso con el legado cultural de México lo convirtió en un defensor de las artes cuya huella aún está presente hoy en día.
Su primer mural en la Ciudad de México, Díptico de la vida (1941) fue pintado en el edificio Guardiola, un anexo del Banco de México en el Centro Histórico. La pieza retrataba un desnudo masculino y uno femenino, por lo que desató una agitada conversación sobre la censura y la responsabilidad del artista entre la escena cultural mexicana y sus patronos. El constructor del edificio, Carlos Obregón Santacilia, incluso acusó a González Camarena de “destruir la armonía con la arquitectura”, despertando dudas sobre la provocación del artista al poderoso club de banqueros que tenía su sede en ese edificio. Al final, la construcción quedó dañada por un terremoto en 1957, y el mural no pudo ser rescatado.
Los murales de Jorge González Camarena también decoran algunos de los museos más importantes de México. Las Razas (1964) decora la sala Introducción a la Antropología del Museo Nacional de Antropología, mientras que la pieza La Constitución de 1917 (1967) es parte del acervo mural del Museo de Historia en el Castillo de Chapultepec.
De forma paralela, González Camarena siguió pintando obras de caballete a lo largo de su carrera: se cree que produjo más de 2,000 pinturas. La más popular de ellas es La Patria, una pintura de 1962 que fue la portada de los libros de texto gratuitos de la Secretaría de Educación Pública por varias décadas y aún es considerada una de las pinturas más famosas de la historia de México.
Sin tanta fama como la de Diego Rivera o Rufino Tamayo, Jorge Gonzalez Camarena navega por el movimiento muralista con una esencia diferente a los antes mencionados, más surrealista y siempre invitando a una reflexión más profunda de la historia al espectador.