«Aquí donde entra una especie de ‘corolario Trump’: como Estados Unidos es la principal potencia militar y el gran mercado de la globalización, su Presidente no ha tenido empacho en declarar una guerra también global de aranceles y que ha usado para amedrentar a amigos y enemigos».
Breve Historia Imperial. Según el diccionario de la RAE, corolario es “una proposición que no necesita prueba particular y se deduce con facilidad de lo demostrado previamente”. En la historia de la política exterior norteamericana ya hay un “corolario Roosevelt” pero quizá en el futuro se podrá hacer referencia a otro u otros, entre ellos el de Trump, que es contradictorio e inaceptable pero no inofensivo.
El llamado corolario Roosevelt de 1904 es una declaración política intervencionista e imperial que pretende deducirse de la llamada “Doctrina Monroe” enunciada por un Presidente norteamericano en 1823 y que un historiador norteamericano calificó como “dogma nacional sagrado” (Julius Pratt, A History of Unites States Foreign Policy, [1955] p. 166). Lo que hace más de dos siglos James Monroe propuso y se elevó a nivel de “doctrina” fue que unos Estados Unidos que aún no eran potencia pero que aspiraban a serlo, no se implicaría en las rivalidades políticas de la lejana Europa pero se opondría a que esa Europa insistiera en seguir practicando el colonialismo en alguna parte de la América ya independiente. El mensaje iba especialmente dirigido para Gran Bretaña en el Oregón y para Rusia en el sur de Alaska. En los hechos y con el paso del tiempo la “doctrina Monroe” significó oponerse de manera efectiva a la existencia de nuevas zonas de influencia europeas en América que rivalizaran con el proyecto expansionista y hegemónico norteamericano. De ahí ese llamado “Corolario [de Theodore] Roosevelt” de 1904 que anunciaba al mundo que Estados Unidos se reservaba el derecho de intervenir directamente en los países que veía ya como parte de zona de influencia exclusiva en El Caribe y Centroamérica para mantenerlos en “orden” pero negaba esa posibilidad a otras potencias. Lo que ese primer Presidente Roosevelt se propuso entonces era evitar que se repitieran situaciones como la acción armada directa y sin aviso previo de varios países europeos para cobrarle deudas al Gobierno de Venezuela encabezado por Cipriano Castro, un dictador. Y es que para entonces Estados Unidos ya tenía tanto la capacidad como la voluntad de ser efectivamente el valedor de la doctrina Monroe.
El Segundo Roosevelt y la Guerra Fría. La rápida y contundente victoria de Estados Unidos sobre España en Cuba y Filipinas en 1898 fue el boleto de entrada de ese país al club de las grandes potencias navales e imperialistas. Más tarde el gobierno del Presidente Woodrow Wilson aprovechó la coyuntura generada por Revolución Mexicana y luego por la I Guerra Mundial para, entre otras muchas cosas, subordinar definitivamente a la aprobación o veto de Washington a los intereses ingleses y alemanes en México, y América Latina, (Lorenzo Meyer, Su majestad británica y la Revolución Mexicana, [1991]).
Tras la derrota de Alemania el supuesto orden internacional creado por la Paz de Versalles (1919) duró poco. Para los años de los 1930´s el segundo Presidente Roosevelt, Franklin, consideró que una manera de evitar que la inestabilidad creciente en Europa y Asia repercutieran es su relación con la América Latina debía cambiarse en el continente la “política del garrote” de su antecesor por otra más amable y cooperativa. Así fue y en 1933 nació la “Buena Vecindad”. La II Guerra terminó por consolidar la hegemonía norteamericana en nuestro hemisferio. Los sucesores de Franklin Roosevelt ya no consideraron necesario preservar el espíritu de la Buena Vecindad y por ello la Alianza para el Progreso formulada en 1961 nunca tuvo la relevancia de su antecesora.
La Guerra Fría (1947-1991) modificó el contexto de la relación Estados Unidos-América Latina. En el caso de México el régimen priista garantizó la estabilidad política en la frontera sur norteamericana y un muy efectivo anticomunismo recubierto con una capa de “nacionalismo revolucionario” le ganó el respaldo de Washington al régimen mexicano. La relación México-Estados Unidos de la época experimento algunas complicaciones pero finalmente fue funcional para los intereses de ambas partes.
La Unipolaridad Actual. Ya sin la URSS el sistema de poder internacional se volvió inevitablemente unipolar y con su centro en Washington. Entre las varias consecuencias de ese cambio, una fue particularmente relevante para México: el vecino del norte dejó de justificar la naturaleza no democrática del régimen mexicano como había sido el caso en 1968 o en 1988 cuando una matanza o un fraude electoral simplemente no hicieron mella en la relación bilateral de México con la gran potencia.
Los avances de la izquierda mexicana a partir de finales del siglo pasado y la debilidad creciente del régimen priista ya no llegaron a preocupar a Estados Unidos. Una segunda Cuba al sur del Bravo simplemente ya no era factible.
El fin de la Guerra Fría en los 1990´s le hizo perder a los gobiernos mexicanos su papel de guardianes de la seguridad fronteriza norteamericana. Por el contrario, ya sin el fantasma del comunismo la situación de la vecindad con México se fue percibiendo como un problema para la sociedad norteamericana por tratarse de una frontera muy propicia al paso de drogas prohibidas, de masas de trabajadores indocumentados y la mudanza de grandes plantas industriales norteamericana a México en busca de mano de obra barata. Hasta hoy, los trabajadores sin papeles procedentes de México han seguido siendo requeridos por ciertos sectores de la economía norteamericana pero rechazados por una buena parte de su sociedad que los considera una amenaza demográfica y cultural para unos Estados Unidos originalmente blancos y protestantes. Y por lo que respecta al narcotráfico, se culpa a los carteles mexicanos de la adicción creciente a las drogas en Norteamérica suponiendo que la oferta y no la demanda es la responsable del problema. Así pues, para una parte de la sociedad norteamericana actual, México y los mexicanos se han convertido en un verdadero peligro y consideran, como Trump, que la relación con el vecino del sur debe hacerse distante y requiere no de la integración que implica el T-MEC sino de muros al estilo del Berlín de la Guerra Fría.
Trump. La presidencia de Donald Trump y el trumpismo significan entre otras cosas la entrada de las relaciones México-Estados Unidos en una zona de arena movediza y que, en más de un sentido, es el reverso de lo que fue durante la “Buena Vecindad”. Y es que esas relaciones tienen lugar hoy no sólo en el tradicional contexto de asimetría de poder y diferencias étnicas y culturales sino además de divergencia de proyectos nacionales. Mientras México tiene un proyecto de izquierda el trumpismo lo tiene de derecha radical y con poco respeto por la soberanía de países relativamente débiles e insumisos.
Y es aquí donde entra una especie de “corolario Trump”: como Estados Unidos es la principal potencia militar y el gran mercado de la globalización, su Presidente no ha tenido empacho en declarar una guerra también global de aranceles y que ha usado para amedrentar a amigos y enemigos. Además, al proclamar terroristas a carteles del narcotráfico, se ha adjudicado el derecho de usar la fuerza extrema para atacar sin previo aviso a quienes considera narcotraficantes, séanlo o no.
En el inicio mismo de su lucha por la presidencia Trump declaro: “Quiero ayudar a todos nuestros aliados, pero estamos perdiendo miles y miles de millones de dólares. No podemos ser los “policías del mundo” (primer debate Clinton-Trump, 26/09/16), pero en su decidido apoyo a Israel en la destrucción de Gaza o en el bombardeo a Siria o las instalaciones atómicas de Irán lo mismo que hundir lanchas en El Caribe o al estacionar frente a Venezuela al mayor portaviones de la flota americana para respaldar su demanda de cambio de gobierno en ese país, va tomando forma un corolario Trump y que dice más o menos esto: “cuando pueda, Estados Unidos va a actuar en el plano internacional como le plazca a su Presidente”. Y es que a la unipolaridad se ha añadido un jefe del Ejecutivo de la gran potencia que domina completamente a su partido, así como a los poderes legislativo y judicial de su país.
El colofón de todo lo anterior es una información de NBC News (La Jornada, 04/11/25) en el sentido de que militares y personal de inteligencia norteamericanos se preparan para actuar contra los carteles de la droga en territorio mexicano. Quizá tal noticia no signifique nada, pero en cualquier caso es más que oportuno el rechazo tajante expresado por la Presidenta Sheinbaum a tamaña idea, aunque…
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