Una restauración sin censura

El amor enfermizo y criminal de Nicolás Estrella y Coral Fabre se contó en Profundo carmesí (1996) película de Arturo Ripstein, que también es de las cintas mexicanas esenciales de los noventa. Su éxito se vio opacado por la censura, cuando un distribuidor francés solicitó que se le quitaran algunos minutos, para poder venderla. 

Durante casi treinta años, Profundo carmesí estuvo incompleta. Su digitalización abrió las puertas para una reconstrucción extrema: crear una versión del director que recuperara las escenas perdidas. “En la versión abreviada de la película, los hechos ocurrían prácticamente por la complicidad de los personajes”, ha explicado Ripstein. “En esta nueva versión restaurada, los eventos se producen como resultado de una relación de amores extremos”.

La restauración de Profundo carmesí fue realizada por el Instituto Mexicano de Cinematografía, con el apoyo de la Cineteca Nacional y Estudios Churubusco. La remasterización significó un trabajo arduo por parte de los restauradores digitales del Laboratorio de restauración digital Elena Sánchez Valenzuela de la Cineteca Nacional.

“En una primera etapa solamente se consideró una digitalización”, explicó en la conferencia de prensa de la 76 Muestra de Cine de la Cineteca Alheleli López, coordinadora del laboratorio. “Detectamos que una escena se había quitado del negativo original. Entonces don Arturo nos comenta que tiene guardados unos rollos de la película. Se decidió agregar esos fragmentos, para que la película estuviera como la quería el director. Así cobran sentido muchas partes que no terminaban de convencer”. 

La película tenía una duración de 116 minutos, ahora es de 136. Pero además, las correrías de Coral y Nicolás recuperaron lo que Ripstein y la guionista Paz Alicia Garciadiego buscaban: que una historia de asesinos que viajan por la carretera se convierta en una historia de amor desaforada.

En el equipo de restauración estuvo Jania Alarcón, gestora y restauradora digital: “revisé Profundo carmesí con Arturo Ripstein y otra compañera. Aprendimos qué parámetros de restauración buscaba el director. Por ejemplo, él tiene muchos paneos. La cámara se mueve mucho y hace parecer al material inestable. Él nos contó que antes no había herramientas de postproducción que estabilizaran la cámara, y quería que se viera más fluido este material. Y pues se ve más bonito ese movimiento fluido”. 

Otra persona involucrada fue Rodrigo Moreno, restaurador de color. “La cuestión con Profundo carmesí es que la película te arroja elementos de cómo era su color original. Nos acompañó su fotógrafo, Guillermo Granillo, para que nos diera certeza técnica. El fotógrafo me decía: la película solita se está haciendo, te dice hasta dónde darle contraste, hasta qué punto le puedes dar saturación al color y cómo lo despliegas digitalmente”. 

Para el restaurador de color, el reto fue homologar los soportes distintos de la película. “Las imágenes deben verse con la misma textura. Cuando tienes un negativo con cierta cantidad de información y tienes un positivo que estás agregando, la cuestión es trabajar la textura más que el color, para que no se sienta un parche”.

Pero quien se involucró a fondo en el proceso fue Natali Rashel Riquelme, quien escaneó los materiales audiovisuales y tuvo comunicación constante con el autor. “Ripstein nos contó que encontró en su casa unas maletas con las escenas censuradas de Profundo carmesí. Sabía que los descartes de la película se encontraban en un archivo de Estados Unidos, el Pacific Filmes Aracade, pero que este espacio estaba a punto de desaparecer. Entonces le pidió a Guadalupe Ferrer, que era directora de la Filmoteca UNAM, que se custodiara el material. Eran 35 latas de 35 mm”.

Entre el material que Ripstein encontró en su casa y los rollos que sabía guardados en Filmoteca UNAM, se pudieron recuperar las escenas perdidas de la película. “Revisamos los descartes”, recuerda Riquelme, “ahí don Arturo encontró varias escenas fuertes que quería incluir. En el proceso también decidió cambiar una toma por otra. Yo digitalizaba las escenas y luego las volvíamos a ver para calificarlas”. 

Natali leyó varias veces el guion de la película, para identificar las escenas. Se aprendió la película, diálogos completos. “Incluso participé en la parte de doblaje, porque los descartes no traían el sonido, entonces muchas cosas se volvieron a grabar. Fue una experiencia nueva para mí, nunca había estado en una sesión de doblaje.”

Incluso, la restauradora digital fue dirigida por Ripstein, pues se agregó su voz para alguna de las escenas. “Me dijo: ‘tú vas a grabar esta parte’. Es una línea que me hizo repetirla como veinte veces. Jamás en la vida me imaginé como actriz de doblaje, y menos que Ripstein me estuviera diciendo: ‘tienes que hacerlo con este tono’”. 

Recuerda la gran concentración de Arturo Ripstein para revisar su trabajo. “Anota todo y te explica la diferencia entre las tomas. Hay una escena en la que Regina Orozco deja a sus hijos en el orfanato: la vimos muchísimas veces, es una  escena que tiene 25 tomas. Eran rollos y rollos y sí se veían las diferencias. No se acordaba por qué hubieron tantas tomas. Cuando hubo sesión con Regina Orozco, ella le recordó que pasaban los aviones y se metía el ruido, por eso tenían que repetir”. 

El romance apasionado y criminal de Coral Fabre y Nicolás Estrella ahora ha tomado una mejor ruta. Con 25 minutos más de duración, Profundo carmesí profundiza su sorpresa. Y reitera la capacidad fabuladora de Paz Alicia Garciadiego y Arturo Ripstein, inventores de amores y truculencias. 

Por infocoah

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