A pesar de haber presentado 5 meses a la baja durante este 2024, las remesas no han dejado de ser un factor de suma importancia para la economía de México, el cual, siendo el segundo país en el mundo mayor receptor de remesas, seguido de India,  desde el año 2014 ha venido presentando cantidades a la alza logrando este mes alcanzar la cifra de 60 mil millones de dólares en transferencias,  impactando aproximadamente un 4% al PIB nacional superando a sectores como la agricultura, turismo internacional (29 millones de dólares), inversión extranjera directa (36 millones de dólares) y exportaciones petroleras (33 millones de dólares) tan solo por citar algunos rubros.

Y aunque los indicadores parecen determinar que hay una tendencia a la baja en la recepción de remesas para nuestro país, afectadas principalmente por el incremento de la inflación en Estados Unidos, esto no representa una caída importante en este rubro y se mantendrá estable en los años por venir.

Al parecer es la contribución de nuestros hermanos emigrantes en los Estados Unidos con sus remesas quienes aportan como factor principal, el mayor ingreso al PIB de nuestra Nación.

¿Pero, nos hemos preguntado alguna vez en qué condiciones se genera dicha contribución a la economía de nuestro país, principalmente proveniente del inmigrante indocumentado?

Una persona indocumentada en los Estados Unidos, cuyo enfoque es generar ingresos para subsistir en este país y poder enviar parte de esos ingresos a sus seres queridos en México, es una persona principalmente afectada en su salud emocional al encontrarse alejada de su tierra, costumbres, amigos y familiares. Viviendo bajo condiciones incomodas generadas por el alto costo de vida en el país tales como: compartir renta de una sola habitación con 1 o más personas; si no cuenta con medio de transporte personal, paga por el aventón una cuota semanal o diaria para poder asistir a su trabajo. Es despojada de su sentimiento de pertenencia ya que aquí no puede ejercer algunos derechos como ciudadano, ya que no es considerado como tal bajo su estatus de ilegal, y así poder abrir una cuenta de banco de manera sencilla; o contar con una licencia para conducir y así no perder su automóvil a manos de las autoridades en caso de realizar una infracción menor o ser detenido por un chequeo de rutina por una patrulla o punto de chequeo anti-alcohol. No puede votar por sus representantes en la localidad de Estados Unidos donde reside y si decide hacerlo de manera remota para votar por sus representantes en México, es criticado de manera clasista por un sector de la sociedad mexicana que lo desprecia por simplemente haberse ido. Paga anualmente sus impuestos federales y estatales, y en algunos casos impuesto de donante por las remesas enviadas a su país de origen, sin poder contar con algún servicio medico pagando precios exorbitantes para poder atenderse una simple gripa o alguna afección más seria.

Son estos algunos de los tantos retos a los que el emigrante ilegal encara día a día, poniendo el mejor de sus esfuerzos para poder llevar sustento a su hogar y seres queridos en México; todo esto realizándolo sin quejarse, sin alzar la voz, siendo tal vez una de sus mayores virtudes y también el mas grande de sus errores.

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